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¿CÓMO AMABA JESÚS?


Al final de nuestras vidas, seremos evaluados en el AMOR.

San Juan de la Cruz




Siempre que leo esta frase, pienso muchas cosas… A lo largo de mi vida, rendí muchos exámenes para los que tuve que prepararme mucho, pero… ¿estoy preparada para este examen? ¿El del final de mi vida?...

En ese momento crucial, no me van a preguntar sobre los títulos, logros, riquezas… sino que me van a preguntar sobre ¿cuánto amé?… ¿Cómo amé a lo largo de toda mi vida? ¿Cuánto amor hubo en todo lo que hice?


La inquietud siempre dio vueltas en mi cabeza, porque me daba cuenta, que de esa respuesta dependía mi destino final.


En unos Ejercicios Espirituales, escuchando a un sacerdote, meditando sobre el Ecce Homo Jn 19,5 (He aquí el Hombre) dijo: ¡He aquí el hombre que ha amado MÁS que nadie! Fue un verdadero “relámpago” en mi interior que me estremeció e internamente brotó un deseo en mi corazón: “¡yo también quiero amar así!”


Dijo Jesús en el Evangelio: Os doy un mandamiento nuevo que os améis unos a otros como YO OS HE AMADO” y también “en esto os reconocerán que sois mis discípulos (Jn 13, 34-35) Sean uno para que el mundo crea (Jn 17,21)

Lo que nos pide es MUY claro: amar como Él y además, de esto depende que ¡otros crean!... El apostolado es la más grande obra de caridad.


Los paganos de los primeros siglos decían de los cristianos: “¡Mirad como se aman! Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro” (Tertuliano, siglo II) Los primeros cristianos hacían visible el amor de Dios con sus obras.


Y al darme cuenta que la virtud de la caridad es lo ESENCIAL de nuestras vidas, todo me fue llevando a escudriñar más y más y preguntarme ¿cómo amaba Jesús cuando estaba en la tierra? ¿Cuándo era carne y hueso cómo nosotros?...
Y si el estuviese en mi lugar, en tal circunstancia o situación ¿Cómo lo resolvería? ¿Cómo amaría? ¿Con qué grado de amor lo haría? Y en contraposición… ¿cómo estoy amando hoy?
¿Qué pasaría si le doy TODO a Dios? ¿Qué pasaría si dejo que me posea?... ¿Qué pasaría si le presto mi lengua para consolar?... ¿Qué pasaría si le doy mi corazón para amar?...

Creo que pasaría algo inevitable, el más grande deseo de todo apóstol: ¡que las personas se encuentren con el amor de Jesús!


¡Qué hermoso sería que digan de nosotros!: si él o ella ama así… ¿Cómo ama Jesús?


Lamentablemente muchos no conocen a Cristo y también desconocen cuanto los ama. Por eso, urge imperiosamente que nuestras vidas se conviertan en un libro donde las personas descubran Su Amor.


El lenguaje del amor, de la caridad, es UNIVERSAL, lo entienden todos; trasciende todas, todas las fronteras y el Señor lo eligió de distintivo para que nos reconozcan.


Por eso, este amor que tenemos que mostrar no es un amor común, es un amor heroico, fuerte, constante, dispuesto abrazar el sacrificio e incluso amar a quien nos hace mal. ¿Qué es lo que hace que un alma se rinda ante la personalidad de Cristo? Sentirse amados por Él. Ese es el amor que hay que dar a conocer con nuestras palabras gestos y acciones. Todo nuestro ser tiene que gritar con nuestras obras: ¡Jesús te ama! Hasta el extremo, ¡hasta dar la vida por vos! Aunque lo olvides… el no te olvidará… Aunque te escapes, te estará esperando una y mil veces más porque simplemente… ¡TE AMA!


Jesús no hace las cosas a medias. En sus palabras, obras y gestos siempre transparentaba un alma superior. Hasta en los últimos minutos de su vida transparentaba e irradiaba amor: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” Lc. 23,34


El mérito esencial de nuestras obras se mide por el grado de amor de Dios que ponemos en realizarlas, de allí la importancia de esta virtud, la esencia de TODO lo que hagamos es el amor, en eso, y solo en eso seremos evaluados al final de nuestra vida…


De Sagrarios está el mundo lleno… pero no hay vidas que arrastren, que iluminen, que vivifiquen, vidas apasionadas, vidas generosas, vidas llenas de fuego, nos faltan vidas… Sin la caridad, ninguna virtud puede ser perfecta, ninguna virtud puede tener vida en sí, sino procede de la caridad. Si no tengo amor, nada soy 1Cor 13, 2


¿Y dónde tenemos la fuente de ese amor? En la Eucaristía. Amemos la Eucaristía con un amor apasionado. Sin lugar a dudas, esto transformará todo lo que hagamos y vamos a sorprendernos de cómo fluye todo, cuando hay amor.


¿Cómo poner en práctica esta virtud de la caridad? Es muy importante que cada día, en mi meditación vaya descubriendo poco a poco como ama Jesús para amarlo y después imitarlo. El es el Camino y modelo a seguir. No es paso de un día, es un proceso. Es un trabajo que tengo que hacer con Él. El me va ir mostrando el grado de caridad que quiere para mí para que se cumpla su voluntad en el lugar que me toque estar.


El amor es creativo e ingenioso. Por eso, es muy importante la docilidad al Espíritu Santo que nos irá inspirando y llevando a lo que Dios quiera que piense, diga y haga para tocar los corazones que están a mi alrededor. Todos somos muy distintos. No hay recetas. Podemos hablar mucho y decir cosas espirituales muy hermosas y profundas; pero el golpe en el corazón… ¡lo da DIOS!… ¡la conversión de un alma lo produce Dios! Nosotros ponemos los “panes y los peces”, y la multiplicación… ¡es de Dios!...


El amor divino puede aumentar más y más en nosotros. Es una virtud en la que siempre se puede crecer. Permanecer en un mismo estado durante mucho tiempo es imposible. La caridad teniendo un objeto infinito, sería capaz de llegar a ser infinito si encontrase un corazón capaz de infinito.


Vamos a ver ahora algunos aspectos más concretos de cómo amaba Jesús cuando estaba entre nosotros para inspirarnos y poder practicarla.


Ante todo hay una premisa constante en el accionar de Jesús: para Él, cualquier persona vale más que el mundo entero. Por eso, trataba a cada uno de un modo especial. Esto brilla en cada uno de los gestos de Jesús, cada una de las palabras, de las actitudes, elecciones y decisiones que lo vemos tomar. Cada alma es para El de una importancia infinita. Por eso, a los ojos de Jesús no hay la más mínima diferencia entre un poderoso y un vagabundo, porque tanto uno como otro tienen un ALMA HECHA POR DIOS Y PARA DIOS.



1. La COMPASIÓN de Jesús


En el Evangelio se repite en varias ocasiones que Cristo tuvo compasión, una ternura que venía desde adentro de su corazón: cuando la muchedumbre lo siguió durante tres días y ya no tenían para comer (cfr. Mt 15, 32); al desembarcar vio que las personas que lo seguían eran como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas (cfr. Mt. 6, 34); se conmueve por la viuda de Naím que llora por su hijo muerto y lo resucita (cfr Lc. 7,13); sana los enfermos y cura a los ciegos (cfr Mt 14, 14 y Mt 20,34), cuando llora por Jerusalén (cfr Mt 23,37 y Lc 19, 41) y por su amigo Lázaro (cfr. Jn 11, 33-35)


La palabra compasión significa “sufrir juntos” y es mucho más que la empatía. Mientras que la empatía se refiere a la capacidad de comprender los sentimientos y perspectivas de los demás, la compasión implica el deseo activo de ayudar a aliviar el sufrimiento ajeno. La compasión va mucho más adentro, porque permite unirnos y participar, de corazón a corazón, con el sufrimiento de alguien, cercano o lejano, que tiene nuestra misma humanidad, que necesita la ayuda del consuelo. El dolor físico o moral de alguien ha entrado en mi corazón y me impulsa a hacer algo para aliviar sus penas. Cristo mismo enseñó con su ejemplo y en la parábola del Buen Samaritano, esta virtud.


En concreto, ¿cómo se vive la compasión? Hay que empezar en casa: percibir los dolores, problemas y angustias de quienes están a nuestro lado; acercarnos a ellos con una simpatía profunda que les permita sentirse acompañados y apoyados en sus dificultades.

Hay que saber aplicar la compasión en el trabajo. Si uno tiene alguna responsabilidad directiva, buscará comprender a quienes tiene que dar órdenes. Y tener una intuición fina con nuestros compañeros de trabajo para percibir si tienen necesidad de algo.


La compasión nos abre incluso más lejos: hacia los extraños. Ese enfermo que está sólo en un hospital y que sentirá una alegría insuperable si tiene a alguien que le acaricie la mano y le hable al corazón...


Con un alma abierta y una voluntad decidida, la compasión nos llevará a ofrecer un poco de bondad y de dulzura a tantas personas que podemos encontrar a lo largo del camino de la vida.

Es fácil amar a los que nos aman y preocuparnos por aquellos que son cercanos a nosotros, pero una marca central de Jesús y sus seguidores debe ser amar y tener compasión por todos; una prueba de que realmente amamos a Dios y el prójimo. ¿Veo a los demás con los ojos de Jesús? ¿Amo a mi prójimo como a mí mismo?



2. La DISPONIBILIDAD de Jesús


Siempre estaba disponible para todos. No tenía tiempo ni para comer (cfr. Mc 6,31). Los enfermos iban y venían hasta altas horas de la noche. Cristo nunca se siente abrumado por las circunstancias, por los estados de ánimo, por el cansancio. Cristo SIEMPRE está disponible. Su disponibilidad es permanente, constante, completa.


La caridad se conoce por la oposición al egoísmo. Este lo quiere todo para sí; la caridad todo para los demás. El verdadero amor se da, sale de sí mismo para darse a otros.

¿Tenemos tiempo para escuchar a quien quiere contarnos algo que para él es importante?


El tiempo es una de las cosas más difíciles de dar. Tenemos planes, ocupaciones, trabajos… ¿Somos capaces de salirnos de nosotros mismos y sacrificar de nuestras ocupaciones cuando alguien me necesita?



3. Jesús busca NUESTRA COMPAÑÍA


Quiere estar y quedarse con nosotros. Tiene un amor fuerte y profundo. Jamás parece largo el tiempo cuando se está con una persona a quien se ama y Jesús nos lo demuestra.


En la multiplicación de los panes, Jesús estaba enseñando y sanando hasta el anochecer. Y la gente quería seguir estando junto a Él. Los Apóstoles le dicen que tiene que despedirlos para que vayan a comer. Y Jesús quiere mantenerlos con El. Quiere seguir estando más con ellos. No quiere dejarlos ir. El amor de Jesús no es un amor frío, un amor medido. Es un amor fuerte, profundo por los seres humanos.


Él se siente responsable por nosotros y se involucra profundamente. Muestra un deseo imperioso de protegernos y cuidarnos. Se hace cargo de nuestras cosas, hace propias nuestras alegrías y tristezas. Se toma a todos en serio. Y a cada uno se da de distintas maneras, pero se da a todos.


Con Cristo se genera una relación. Él espera una relación recíproca permanente, que no se corte, que no se termine. Ese es el amor INFINITO de Dios, manifestado en su relación con nosotros.



4. Jesús ama por encima de nuestra libertad


Si alguien me hizo algo malo. ¿Qué es lo que me impide amarlo? ¿Por qué crece el resentimiento en mi corazón? Si el fuego de mi corazón es ardiente y fuerte, ningún vaso, ni balde de agua lo apagará. Cristo no es frío ante las debilidades de los demás, incluso las cobardías, las mezquindades. Ama la libertad de los demás aunque puedan equivocarse o traicionarlo.


Él es el camino. Él sabe que no tenemos ese coraje, determinación y valentía que Él tiene. La santidad, la heroicidad es un proceso. No se llega de un salto. Cristo lo sabe. No se cansa de llamarnos a la nobleza a ser como Él. Nos exhorta, nos apoya, nos levanta y así va levantando a la humanidad misma. Lo hace con el joven rico, lo hace con Judas a quien llama AMIGO hasta el final...



5. La actitud paternal de Jesús


Siempre ha mostrado una actitud de protección. Se ofrece a sí mismo para pagar por nuestros pecados. En el momento de máxima tensión, le va a reclamar a los guardias que se lo lleven solamente a él. Se preocupa que dejen ir a sus amigos. En la Pasión consuela a las mujeres de Jerusalén y cuando ya despojado de todo en la Cruz, ¡nos da a su propia Madre!



Parece difícil, ¿verdad? Es que no parece, ¡¡ES DIFÍCIL!! Y si solo me apoyo en mis fuerzas humanas, ¡es imposible! Pero… NO HAY NADA IMPOSIBLE PARA DIOS


Amar hasta el grado máximo que Dios quiere para mí, eso es la santidad. La santidad no se logra solo. Se hace CON Dios, cuanto más dócil sea, Dios puede hacerlo todo. Pero quiere que le deje, quiere que le dé el timón de mi vida. Por mi desconfianza, le digo que espere… que yo quiero conducir y tener el timón y Él pacientemente espera que de corazón le diga: ¡TE DOY TODO EL TIMÓN DE MI VIDA! Es preciso, que deje de mirar las cosas humanamente y comience a ver las cosas como las ve Dios.


Hace falta que surja un santo que arda con el fuego de la caridad y encienda una llama que lo prenda TODO. Entonces los hombres encontrarán el camino de la verdadera luz, PORQUE LA VERDADERA LUZ ES EL AMOR. Y sólo la Caridad salvará al mundo.


Dijo Jesús a un Santo: ¿Por qué encierras la bondad que te he entregado en el tabernáculo de tu alma? Abre tu corazón e inunda al mundo con mis llamas.

Este GRAN ideal, va inexorablemente unido a la Cruz. ¡Es necesario dejarme crucificar para que resucite el amor!


En el Evangelio nos dijo: Fuego vine a traer sobre la tierra y cuanto deseo que ya estuviera encendido Lc 12, 49 El fuego arrasador que sale de su Divino Corazón. ¿Le vamos cumplir ese deseo?






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