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¿Ya diste tu «sí»?



“La tierra es la preparación para el hombre, el cielo, la corona”. San Ambrosio

Casi sin darnos cuenta, nos encontramos transitando el camino de la Cuaresma, tiempo litúrgico importantísimo en la vida del cristiano, ya que es en este momento donde el mismo Dios nos hace un especial llamado a la Conversión. Constantemente, te aseguro que en el día a día, el Señor nos invita a recorrer caminos de conversión, a los que nosotros decidimos si seguir o no; pero particularmente en la cuaresma, el llamado se hace mas fuerte, ya que es el camino de preparación para la fiesta del triunfo del bien sobre el mal, el triunfo de Cristo sobre el pecado; es tiempo de preparación para la Pascua. 


Al igual que como un atleta se prepara para una maratón durante meses e incluso años para lograr romper un récord u obtener una importante medalla, los cristianos estamos en una carrera constante y también necesitamos de preparación y de ciertas ayudas para no alejarnos de la ruta que, si Dios lo permite, nos hará llegar a la meta donde se nos entregará una medalla, pero no como las que se ganan acá en la tierra (y que uno puede colgar en un medallero o vitrina para que todos vean), si no que se nos entregara ni más ni menos que la medalla de la santidad; y usando palabras de San Pablo, si hacemos una buena carrera obtendremos ni más ni menos que una CORONA de santidad.


En sus cartas a los Corintios podemos leer: 

“¿Acaso no saben ustedes que, aunque todos corren en el estadio, solamente uno se lleva el premio? Corran, pues, de tal manera que lo obtengan. Todos los que luchan, se abstienen de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; pero nosotros, para recibir una corona incorruptible” (1cor. 9, 24-27)

Para poder obtener esta corona que no se corrompe, debemos empezar a entrenar (si, como el atleta), pero no quiere decir que tengamos que salir a correr durante horas.


En primer lugar debemos dar un primer paso importantísimo, debemos decir “SI”, dar ese paso hacia delante, responder al llamado que Dios nos hace especialmente en este tiempo y que nos invita a la conversión en diferentes momentos. 


Podríamos pensar que una primera conversión a la que Dios nos invita, es a volver a creer. ¿Creer en qué? En Él.




“Convertíos y creed en el Evangelio” Mc 1, 15

Esta conversión implica que yo mire hacia adentro, reflexione sobre qué es lo que en mí aún no cree en Jesús, que es aquello que no ha permitido que yo le siga de cerca. Volver a la lectura de los santos Evangelios, que no son nada más que las propias palabras de Jesús, y en ellos encontraremos respuesta a muchas de las dudas que tenemos en nuestra vida ¿Y después que? pasar a la acción. dejar de lado el mal y buscar siempre hacer el bien.


Una segunda conversión a la que se nos llama, es a dejar de lado la soberbia, quitarnos del centro y dejarnos caer en manos de Dios. Muchas veces hacemos cosas que son muy buenas, creemos que vamos ganando en esta carrera, pero tal vez ante la mínima dificultad, nos echamos atrás. Ahí es cuando debemos recordar que Cristo es el centro (o debería serlo) y no yo; y en las escrituras se nos dice:

«Quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos» Mt 18, 1-5


Frente a una sociedad cuya mentalidad es la de  ser competitivos y autosuficientes, Jesús antepone un elemento que es más bien débil, los niños. El niño no tiene puestos de trabajo que defender o logros que presumir, es dependiente del adulto y confía de forma espontánea en aquel que lo quiere ayudar. Esto no quiere decir que tomemos una actitud pasiva frente a nuestras responsabilidades, pero sí debemos “hacernos pequeños” para poder convertir nuestro camino y aceptar que nuestros solos esfuerzos no bastan. 



Y la tercera conversión a la que se nos invita, es a dejar de lado la mediocridad, nombrada en el evangelio como tibieza:

«Sé todo lo que haces. No eres ni frío ni caliente. ¡Sería bueno que fueras uno o lo otro! Como eres tibio, no frío ni caliente, te voy a escupir de mi boca. […] Yo corrijo y castigo a los que amo. Así que, esfuérzate y cambia» Ap 3, 14-22.

Volviendo a la carrera de la cual nos habla san Pablo, es necesario ser constantes en la preparación y marchar a paso firme para obtener la corona, la vida, la salvación. Un deportista que no toma en serio su preparación, que se fía de las aptitudes que tiene, que es inconstante en sus entrenamientos, difícilmente logrará puestos mayores. 


La carrera a la santidad es ardua, y tanto el conformismo, como la pereza o la mediocridad, nos hacen posponer nuestra conversión, ya sea porque “no tenemos tiempo” o tenemos otras prioridades, y podemos llegar a perder esa corona tan anhelada para siempre 😥.


Como todo entrenamiento, entrenarse para lograr la meta de la santidad es un proceso que lleva tiempo ⏳y paciencia. Así como no se nos ocurriría correr una maratón de la noche a la mañana, con la santidad ocurre lo mismo. se empieza de a poco, y la Iglesia recomienda para este tiempo de cuaresma tres prácticas  que nos dispondrán para comenzar este camino a la meta:


El ayuno: consiste en privarse voluntariamente de algo que nos gusta o que necesitamos. Hacemos ayuno para decirle al cuerpo “Acá mando yo”😌, mandamos nosotros y no nuestras pasiones. Gracias al ayuno podemos ofrecer pequeñas penitencias a Dios por nuestros pecados.


El ayuno no necesariamente es de comida (salvo en los días que la iglesia pide guardar ayuno de comidas: miércoles de ceniza y viernes santo). Uno puede ayunar y abstenerse de aquellas cosas que me desvían del camino de la santidad o que no permiten escuchar la voz de Dios: ayuno de pantallas, de redes sociales, o de aquellas cosas que me atan a la tierra 👉🏼👈🏼.



La limosna: nos mueve a ser generosos con los demás y ayuda a quitarnos el apego que nos hace ser egoístas👐🏽. El desprendimiento de lo material ayuda a que podamos encontrar a Dios en nuestro quehacer diario. “porque quien a Dios busca queriendo continuar con sus gustos, lo busca de noche y, de noche, no lo encontrará”



La oración: fortalece la relación más importante que podemos tener en la vida: nuestra relación con Dios. Como toda relación, sin diálogo se enfría y llega a extinguirse. Cuaresma entonces es tiempo especial para volver a la oración y fraguar la relación que quizás hemos dejado enfriar, la relación con Jesús 🫂



Y recordemos las palabras de San Juan Pablo II: “el camino a la santidad comienza con un  a Dios”. Pedimos especialmente a Maria, medianera de todas las gracias, que nos conceda permanecer fieles hasta obtener la medalla de la santidad. 


P/D: ¡me olvidaba! Otra práctica muy recomendable para este tiempo es la meditación, y en nuestra página de CAT tenemos una sección especial de meditaciones para todos los días de cuaresma, te podes dar una vuelta si querés 😜😎


¡Santa Cuaresma a todos!, Dios los bendiga. 




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