Papá Noel representa un tipo de Navidad, con su correspondiente imaginario. El Niño Jesús transmite un mensaje. “Santa”, otro muy distinto. Papá Noel, nos guste o no escucharlo, es una figura del "mercado" desprovisto de todo sentido trascendente. Es el "viejito bueno" que trata de seducir a los niños para que sus padres les compren regalos... El argumento de que "papá Noél representa a san Nicolás"..., que también traía regalos, en realidad no cambia nada: lo que tenemos delante de los ojos es la figura infantilizada del viejito bonachón que saca sorpresas del saco, que antes fueron compradas y puestas allí dentro. Como en todas las casas, hasta las más pobres, hay televisión (y con ellas, cientos de propagandas comerciales con el personaje rojo) ―puede faltar el pan pero nunca la televisión―, también los niños pobres ven a Papá Noel y sueñan con el mundo encantado que él les muestra, lleno de regalos, carritos, muñecas y juguetes electrónicos, a los que ellos difícilmente tendrán acceso. Y sufren por eso, a pesar del brillo embelesado de sus ojitos infantiles.
Feliz... ¿Navicompras?
El mercado es el nuevo dios que atrae los suspiros de esos corazones en los que lo espiritual ha quedado muy apagado. Los niños presionan a sus padres para que Papá Noel pase por allá, por «casa». Entonces, resulta que luego son los padres los que sufren por no poder atender las demandas de sus hijos seducidos por tantos objetos-fetiche mostrados por Papá Noel. El mercado moderno sólo busca el lucro, somos todos clientes, todo es comercializable, esa es la regla de oro: todo tiene un precio. Es competitivo y nada caritativo ni espiritual, ni mucho menos… religioso. Solamente cuenta la producción y el consumo. Los que no pueden hacerlo a sus anchas deben contentarse con migajas y una copia de la “felicidad” que tienen los que “viven bien”. En nuestras navidades modernas, Papá Noel ha llegado a ser una figura central del consumo.
¿De San Nicolás al Papá Noel de Coca Cola?
Alrededor del año 1624, los inmigrantes holandeses fundaron la ciudad de Nueva York, llevando entre sus costumbres, su devoción por San Nicolás de Bari (Sinterklaas en neerlandés), su patrono.
En 1809 un escritor inventó una sátira en la que deformó al santo, cambiando el “Sinterklaas", en la burda pronunciación angloparlante Santa Claus. Más tarde un poeta dio cuerpo al actual mito y en 1863, de la mano de un dibujante alemán, terminó de adquirir su actual fisonomía: un barbudo gordo, bonachón, que reparte juguetes.
En el siglo XIX el Santa Claus estadounidense pasó a Inglaterra y de allí a Francia, donde se fundió con Bonhomme Noël, el origen de nuestro Papá Noel.
En 1931, fue la más conocida empresa multinacional, Coca-Cola, quien encargó a un pintor que remodelara la figura de Santa Claus para hacerlo más humano y creíble, adecuado para la venta de su producto. La campaña publicitaria masiva de Coca-Cola contribuyó a la popularización de los característicos colores rojo y blanco y del mito mismo, convirtiéndo a Papá Noel en el signo mismo de la Navidad.
Una Navidad diferente: el regalo es Jesús
La navidad del Niño Jesús es diferente. Él nació en una familia pobre, humilde, santa. En el momento de su nacimiento en una cueva, entre animales, cantaron los ángeles en el Cielo, los pastores se quedaron inmóviles, por la emoción, y hasta unos sabios vinieron de lejos para saludarlo. Cuando fue mayor, se convirtió en un magnífico robador de corazones, con un mensaje que daba vuelta todos los esquemas, llamando bienaventurados, dichosos, felices, precisamente a los que el mundo tenía por lo último, lo más bajo, lo peor. Las personas que guardan su memoria sagrada, escuchan en la Nochebuena la historia de cómo nació y celebran la presencia de Dios entre los hombres, que asumió la forma de un Niño. Y lo festejan asistiendo a las celebraciones de la Iglesia, cenando con la familia y los amigos. Aquí no hay mercado ni excluidos, sino luz, alegría y caridad fraterna. El intercambio de presentes simboliza el mayor regalo que Dios nos dio: Él mismo en forma de Niño. ¡Ese es nuestro regalo de Navidad, Jesús! Él nos alimenta la esperanza de que podemos vivir sin el Papá Noel que vende ilusiones, y de que teniéndolo a Él lo tenemos todo.
¿Cuáles son nuestros propósitos navideños?
Si de verdad queremos vivir cristianamente la Navidad, no podemos hacer “como hacen todos”. Aquí les sugerimos 3 propósitos navideños:
1) Rezar en familia, agradeciando los alimentos, aún cuando haya familiares “no muy religiosos” presentes. Además, claro, de asistir a la Santa Misa en familia.
2) Ayudar a alguien que lo necesita. Y lo mejor sería involucrar a los niños en esta ayuda, para que aprendan a compadecerse del prójimo.
3) Dar ejemplo en las reuniones familiares. Nada mejor que predicar con el ejemplo, siendo moderados en el comer, el beber, y cuidadosos en nuestros comentarios sobre los demás.
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