Hoy vamos a ver el 3er foco por el cual podemos ver nuestra vida desde la perspectiva de Dios. Y por eso vamos a relacionar nuestra vida con una pasantía, porque es como un trabajo temporal… Cada vez estamos más cerca de descubrir nuestra misión y propósito personal.
Aunque muchas veces nos negamos a pensar en esto, o lo negamos de alguna manera, lo único cierto en esta vida es que en algún momento nos vamos a morir… Aunque queremos aferrarnos a las cosas y a las personas y a la vida aquí en la tierra, lo que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos es que “estamos de paso en este mundo”
Para usar bien el tiempo que tenemos de vida, nunca nos olvidemos estas dos verdades: Primero, la vida, comparada con la eternidad, es muy muy muy corta. Segundo, la tierra es tan solo una residencia temporal. No vamos a estar aquí por mucho tiempo, así que no nos apeguemos demasiado….
Pidámosle ayuda a Dios para que nos enseñe a ver la vida en la tierra a través de sus ojos. Esto nos va a clarificar mucho más nuestro propósito. Porque nuestra identidad está en la eternidad, y nuestra patria y destino final, es el cielo.
Cuándo entendemos esta verdad dejamos de preocuparnos por “tener de todo”, ¿no?
Tomar como lema o filosofía de vida el “sólo se vive una vez” para quitar los frenos de la conciencia y dedicarnos solo a pasarla bien y a “vivir el momento”, tomando los valores, prioridades y estilos de vida del mundo que nos rodea, es muy peligroso. Y Además nos aleja de nuestro propósito y nos distrae de lo que realmente es importante para nuestra vida y la de los demás.
Constantemente Dios nos advierte que no nos aferremos mucho a lo que nos rodea, ¡porque es temporal!
En comparación con otras épocas, nunca fue tan fácil vivir como vivimos hoy en el mundo occidental.
Hoy somos bombardeados con toda clase de entretenimientos, diversiones y con la complacencia de todos nuestros gustos personales. Es la época del hedonismo, de centrar todo en uno mismo, y todos los slogans te invitan a hacer solo lo que te guste, te divierta y te haga sentir bien. A ensimismarnos y dejar de preocuparnos por los demás. Si nosotros estamos bien, lo demás no importa. Es una época de mucho egoísmo y superficialidad…
Y con todos los entretenimientos fascinantes de los que estamos rodeados, lo cautivador de los medios informativos, y todas las cosas nuevas que existen para explorar nuevas experiencias, es fácil olvidar que la vida no consiste en la búsqueda de la felicidad, al menos no de la felicidad terrena y temporal...
Solo cuando recordamos que la vida es una prueba, un fideicomiso y una “pasantía” es que el enamoramiento con estas cosas pierde el poder y el dominio sobre nuestras vidas. ¡Nos estamos preparando para algo mejor!
Nunca nos vamos a sentir completamente satisfechos en la tierra porque fuimos creados para algo más…Vamos a tener momentos felices aquí, es cierto, pero nada comparado con lo que Dios tiene planeado para cada uno de nosotros.
Darnos cuenta de que la vida en la tierra es solo una misión temporal nos tendría que hacer cambiar radicalmente nuestros valores. Los valores eternos, no los temporales, deben ser los factores determinantes que influyan en nuestras decisiones. Como dijo Lewis: “Todo lo que no sea eterno es eternamente inútil” …
Nuestra vida en la tierra no es toda la historia de nuestra existencia. Tenemos que esperar llegar al cielo para el resto de los capítulos. Y para esto se necesita fe… fe para vivir en la tierra como un extranjero, como un “pasante”. Aprovechando la oportunidad que se nos da y el tiempo de usar de ese beneficio para ganar la ciudadanía eterna.
Un antiguo relato cuenta de un misionero que volvía a su casa en Estados Unidos en el mismo barco en que viajaba el presidente de esa nación. El vitoreo de la muchedumbre, una banda militar, una alfombra roja, carteles y los medios de comunicación le dieron la bienvenida al presidente, mientras que el misionero desembarcaba sin ninguna notoriedad. Sintiendo lástima de sí mismo, y con resentimiento, comenzó a quejarse con Dios. Entonces el Señor le dijo con ternura: “Pero hijo mío, tú aún no has llegado a casa”.
Muchas veces tenemos esta sensación, sobre todo si hacemos apostolado y nos preocupamos por ayudar a otros y nos esforzamos por crecer en el amor a Dios… porque vemos que a personas que no son muy buenas, o que no hacen las cosas bien, les va mejor, o logran algunas cosas… entonces nos frustramos y nos vemos tentados de abandonar el bien que estamos haciendo…. Incluso cuando sufrimos persecuciones o falta de apoyo de personas que están de nuestro bando y se supone deberían ayudarnos y recibirnos contentos y festejar nuestros logros… pero como dijo Dios al misionero: todavía no llegamos a casa…
El hecho de que la tierra no sea nuestra última morada explica por qué nosotros, como seguidores de Cristo y de lo que Cristo enseña que tenemos que vivir, pasamos dificultades, sufrimientos y rechazo en este mundo. También explica por qué algunas de las promesas de Dios parecieran inconclusas, algunas oraciones sin respuesta y algunos sucesos aparentaran ser injustos. Es porque aquí no termina la historia…
Ahora estamos en condiciones de preguntarnos: “¿Por qué le di tanta importancia a las cosas que eran temporales? ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué perdí tanto tiempo, esfuerzo e interés en algo que no iba a durar?”.
Cuando la vida se pone difícil, cuando te llenes de dudas o cuando te cuestionés si vale la pena sacrificarse viviendo para Cristo, acordáte que aún no llegaste a casa... En el momento de la muerte no vas a dejar tu hogar, más bien irás a casa….
¡Nos vemos en el próximo post, dejános tu comentario sobre qué te pareció el artículo, que agregarías o que reflexiones te surgieron al leerlo!
Pregunta para reflexionar: ¿Cómo debería cambiar mi manera de vivir hoy el hecho de que la vida en la tierra es solo una beca temporal? ¿De qué cosas tengo que ocuparme? ¿qué tengo que dejar de hacer?
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